CARNAVAL DE ORURO
Bolivia
Un éxtasis cerca del cielo
Nunca imaginé que, habiendo nacido en el Mediterráneo, pudiera sentir como “wasi” —casa, en quechua— una ciudad a 3.706 metros de altitud. Mi primera visita a Oruro, en 2014, fue un impacto imborrable de hospitalidad, belleza y fiesta. Más de una década después, en el año del Bicentenario de Bolivia (2025) regresé para comprender desde dentro el verdadero sentido de su Carnaval: una celebración que es fe en movimiento hacia la Virgen del Socavón, diálogo ritual entre la tierra y el cielo, y un ejemplo vivo de sincretismo religioso.
El corazón de esta fiesta late con más fuerza durante La Peregrinación, cuando miles de danzantes recorren cerca de cuatro kilómetros bailando hasta llegar al Santuario del Socavón. Cada paso, cada gesto y cada mirada hablan de promesas cumplidas, de devoción profunda y de una conexión espiritual que atraviesa generaciones. Ver llegar a los bailarines, exhaustos y emocionados, ante la imagen de la Virgen es comprender que este no es un carnaval cualquiera, sino un acto de fe declarado Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad en 2021.
Pero el Carnaval de Oruro no se entiende en un solo día. Permanecer más tiempo en la ciudad permite descubrir sus entresijos: los ensayos de las fraternidades, el trabajo artesano que da vida a trajes y máscaras, los rituales que dialogan con la Pachamama, y la cotidianidad de una comunidad que vive todo el año esperando estas fechas. Entre trajes bordados con esmero, máscaras llenas de simbolismo y melodías que se convierten en mantra, esta fiesta no solo se mira: se vive, se siente… y se queda para siempre en el corazón.
PRÓXIMAMENTE: Pódcast «Voces del Carnaval de Oruro» (Bolivia)
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